domingo, 30 de diciembre de 2012

¡Que la luz de Cristo ilumine nuestras familias!

¡Amor y paz!

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este domingo en que celebramos la Fiesta de la Sagrada Familia de Jesús, María y José.

Oración

Hoy, Señor, te damos gracias por nuestra familia.

Gracias, Señor, por nuestros padres:
siendo jóvenes quisieron complicarse la vida
y me trajeron al mundo.
Me han colmado de amor
y me han enseñado a amar;
Han llenado mi vida de besos,
de caricias, de cuidados, de regalos...
Y me acompañan dando seguridad a mis años.

Gracias, Señor, por los padres de mis padres, mis abuelos.
Su cariño, su ternura y su paciencia,
sus consejos y relatos
son la mejor reserva de felicidad.

Gracias, Señor, por nuestros hijos,
que son tuyos, pues son tu bendición a nuestro amor.
Haz que crezcan sanos,
que aprendan y que jueguen y sean felices.
Ellos son la ilusión de nuestra vida, nuestro gozo.

Gracias por los tíos y primos y parientes:
todos nos hacen sentir unidos,
acompañados, arraigados y seguros.

Ayúdanos, Señor,
a crecer en el amor y repartirlo,
a crecer en experiencia y compartirla.

Conserva nuestras familias unidas en el amor,
para que entre todas
construyamos el mundo sobre la solidaridad. 

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 2,41-52. 
Sus padres iban todos los años a Jerusalén en la fiesta de la Pascua. Cuando el niño cumplió doce años, subieron como de costumbre, y acabada la fiesta, María y José regresaron, pero Jesús permaneció en Jerusalén sin que ellos se dieran cuenta. Creyendo que estaba en la caravana, caminaron todo un día y después comenzaron a buscarlo entre los parientes y conocidos. Como no lo encontraron, volvieron a Jerusalén en busca de él. Al tercer día, lo hallaron en el Templo en medio de los doctores de la Ley, escuchándolos y haciéndoles preguntas. Y todos los que lo oían estaban asombrados de su inteligencia y sus respuestas. Al verlo, sus padres quedaron maravillados y su madre le dijo: "Hijo mío, ¿por qué nos has hecho esto? Piensa que tu padre y yo te buscábamos angustiados". Jesús les respondió: "¿Por qué me buscaban? ¿No sabían que yo debo ocuparme de los asuntos de mi Padre?". Ellos no entendieron lo que les decía. El regresó con sus padres a Nazaret y vivía sujeto a ellos. Su madre conservaba estas cosas en su corazón. Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura y en gracia delante de Dios y de los hombres. 
Comentario

Hoy contemplamos, como continuación del Misterio de la Encarnación, la inserción del Hijo de Dios en la comunidad humana por excelencia, la familia, y la progresiva educación de Jesús por parte de José y María. Como dice el Evangelio, «Jesús progresaba en sabiduría, en estatura y en gracia ante Dios y ante los hombres» (Lc 2,52).

El libro del Siracida, nos recordaba que «el Señor glorifica al padre en los hijos, y afirma el derecho de la madre sobre su prole» (Si 3,2). Jesús tiene doce años y manifiesta la buena educación recibida en el hogar de Nazaret. La sabiduría que muestra evidencia, sin duda, la acción del Espíritu Santo, pero también el innegable buen saber educador de José y María. La zozobra de María y José pone de manifiesto su solicitud educadora y su compañía amorosa hacia Jesús.

No es necesario hacer grandes razonamientos para ver que hoy, más que nunca, es necesario que la familia asuma con fuerza la misión educadora que Dios le ha confiado. Educar es introducir en la realidad, y sólo lo puede hacer aquél que la vive con sentido. Los padres y madres cristianos han de educar desde Cristo, fuente de sentido y de sabiduría.

Difícilmente se puede poner remedio a los déficits de educación del hogar. Todo aquello que no se aprende en casa tampoco se aprende fuera, si no es con gran dificultad. Jesús vivía y aprendía con naturalidad en el hogar de Nazaret las virtudes que José y María ejercían constantemente: espíritu de servicio a Dios y a los hombres, piedad, amor al trabajo bien hecho, solicitud de unos por los otros, delicadeza, respeto, horror al pecado... Los niños, para crecer como cristianos, necesitan testimonios y, si éstos son los padres, esos niños serán afortunados.

Es necesario que todos vayamos hoy a buscar la sabiduría de Cristo para llevarla a nuestras familias. Un antiguo escritor, Orígenes, comentando el Evangelio de hoy, decía que es necesario que aquel que busca a Cristo, lo busque no de manera negligente y con dejadez, como lo hacen algunos que no llegan a encontrarlo. Hay que buscarlo con “inquietud”, con un gran afán, como lo buscaban José y María.

Rev. D. Joan Antoni Mateo i García (La Fuliola-Lleida, España)