lunes, 19 de noviembre de 2012

"Señor, haz que yo vea otra vez"

¡Amor y paz!

No hay una sino varias cegueras. La más conocida es aquella pérdida total o parcial del sentido de la vista. Hay otra ceguera que, aun teniendo bueno el sentido de la vista, nos impide captar y comprender la realidad, en una o varias de sus manifestaciones, ya sea social, política, económica, etc.

Y, sobre todo, hay una 'ceguera espiritual', la que surge de la falta de fe y nos impide ver la acción de Dios en nuestra vida. La palabra "ciego" adquiere en las narraciones del Evangelio sobre curaciones de ciegos, además del sentido literal, connotaciones metafóricas: la ceguera antes de la curación es símbolo de la ceguera espiritual o falta de fe; el don de la vista, en cambio, implica el don de la fe (cf. Mt 9,27-31) y el del seguimiento de Jesús (Mt 20,29-34; Mc 10,46-52; Lc 18,35-43).  

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la XXXIII Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 18,35-43. 
Cuando se acercaba a Jericó, un ciego estaba sentado al borde del camino, pidiendo limosna. Al oír que pasaba mucha gente, preguntó qué sucedía. Le respondieron que pasaba Jesús de Nazaret. El ciego se puso a gritar: "¡Jesús, Hijo de David, ten compasión de mí!". Los que iban delante lo reprendían para que se callara, pero él gritaba más fuerte: "¡Hijo de David, ten compasión de mí!". Jesús se detuvo y mandó que se lo trajeran. Cuando lo tuvo a su lado, le preguntó: "¿Qué quieres que haga por ti?". "Señor, que yo vea otra vez". Y Jesús le dijo: "Recupera la vista, tu fe te ha salvado". En el mismo momento, el ciego recuperó la vista y siguió a Jesús, glorificando a Dios. Al ver esto, todo el pueblo alababa a Dios. 
Comentario

La situación del ciego era sumamente precaria. Estaba impedido por un defecto que no le permitía percibir la realidad, sino que lo limitaba a escuchar lo que ocurría. Estaba sentado a la orilla del camino, totalmente marginado del devenir humano. Además, pedía limosna como cualquier menesteroso. Sin embargo, es un hombre atento a los pocos signos que alcanza a percibir.

El ciego escucha el rumor que produce el avance de Jesús a Jerusalén. Sus discípulos van haciendo el camino con él y tratan de seguir adelante sin hacer caso al hombre postrado. Jesús se detiene al escuchar el clamor y pide que traigan al ciego, a pesar de la oposición de los discípulos.

Los discípulos quieren callar al ciego por varias causas. Su lamento era inoportuno e interrumpía la marcha. El nombre con el que el ciego llama a Jesús se presta para malos entendidos: "Hijo de David" era un título mesiánico que Jesús no reivindicaba para sí y que podía representar un peligro ante las autoridades de Jerusalén. Y, por último, era costumbre de los discípulos y apóstoles alejar a Jesús de la multitud.

La actitud de Jesús le da un giro a la situación: envía por el ciego y lo escucha. El ciego entonces no pide limosna, sino la restitución de sus sentidos. Jesús le da la vista, reconociendo en el hombre una fe transformadora de la realidad. Pasó de ser un marginado a ser un hombre en una nueva situación. 

En la actualidad nosotros nos hallamos en una situación similar a la del ciego. 
Estamos atentos a los signos de la realidad pero no la percibimos completamente. Muchas veces nos sentamos a la orilla de camino sin saber qué hacer, aunque reconociéndonos como seres humanos necesitados. La parábola, entonces nos muestra que urgimos, como el ciego, ser curados por Jesús, recuperar nuestra visión de la realidad para poder seguirle. El evangelio nos invita a que clamemos a Jesús para que él nos ayude a ver la realidad y a seguir su camino.

Servicio Bíblico Latinoamericano