sábado, 12 de noviembre de 2011

Hay que orar siempre, sin desanimarse

¡Amor y paz!

Ayer pudimos quedar desconcertados, temerosos. Eso es posible, ya que se nos pedía estar alertas ante la posibilidad de que el fin llegara de un momento a otro. Pero no. La verdad es que Jesús quiere que despertemos de nuestro conformismo, de nuestro apego a las cosas del mundo y volvamos los ojos a Dios. No quiere angustiarnos sino que fortalezcamos nuestra fe a través de la oración.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este sábado de la XXXII Se mana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Lucas 18,1-8.
Después Jesús les enseñó con una parábola que era necesario orar siempre sin desanimarse: "En una ciudad había un juez que no temía a Dios ni le importaban los hombres;  y en la misma ciudad vivía una viuda que recurría a él, diciéndole: 'Te ruego que me hagas justicia contra mi adversario'. Durante mucho tiempo el juez se negó, pero después dijo: 'Yo no temo a Dios ni me importan los hombres, pero como esta viuda me molesta, le haré justicia para que no venga continuamente a fastidiarme'". Y el Señor dijo: "Oigan lo que dijo este juez injusto. Y Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos, que claman a él día y noche, aunque los haga esperar? Les aseguro que en un abrir y cerrar de ojos les hará justicia. Pero cuando venga el Hijo del hombre, ¿encontrará fe sobre la tierra?".
Comentario

Oímos ayer que se nos invitaba a tomar en serio nuestro «fin». Las imágenes usadas fueron «el fuego, el agua», «el buitre» que se precipita sobre su presa.
Todo esto podría generar angustia.

-Entonces les propuso esta parábola, para explicar a sus discípulos que tenían que orar siempre y no desanimarse.

Jesús quiere que despertemos de nuestras torpezas y de nuestras indiferencias, pero no quiere angustiarnos.

Su llegada tarda, se hace esperar, pero no hay que «desanimarse»: hay que rezar. En verdad una pregunta nos acucia: «Esperar, ¿hasta cuándo?» (Ap 6, 10), y otra más acuciante todavía: ¿Perseveraré hasta el fin? ¿Sería yo capaz de apostasía, o de un abandono lento y progresivo? ¿Podría mi Fe desmoronarse bajo los golpes de la duda o de la desgracia... quién sabe.

Uno de los objetivos de la plegaria -no el único, evidentemente-, es el de mantener en nosotros la fe, la relación personal con Dios: es como la cita entre personas que se quieren para mantener ese amor y estimación.

La oración tiene un aspecto anti-angustia: nos apoyamos en alguien, nos confiamos a él, salimos de nosotros mismos y nos abandonamos a otro.

-Érase una vez un juez que no temía a Dios y se burlaba de los hombres. En la misma ciudad había una viuda que iba a decirle: «Hazme justicia» ...Por bastante tiempo no quiso, pero después pensó: "Yo no temo a Dios, ni respeto a los hombres; pero esa viuda me está amargando la vida: Le voy a hacer justicia para que no venga sin parar a importunarme..."

¡Fijaos en lo que dice ese juez injusto! Pues Dios, ¿no hará justicia a sus elegidos que están clamando a El día y noche?

Esto se llama una parábola «a contraste» en la que la lección a sacar de ella es lo «contrario» del ejemplo expuesto.

El juez es «sin Dios» y «sin misericordia» y acaba haciendo justicia... ¡Con cuánta mayor razón, Dios que es padre y ama a los hombres, hará justicia a los que ama y la hará prontamente!

La lección esencial de la parábola no es la perseverancia en la oración, sino más bien en la certidumbre de ser atendida: si un hombre impío y sin escrúpulos acaba atendiendo a una pobretona, ¡cuánto más sensible será Dios a los clamores de los que, en su pobreza, se dirigen a Él!

Sus elegidos claman a Él noche y día...

Hay que rogar siempre, sin desanimarse...

Vuelvo a escuchar esas palabras.

Si nos pides esto, Señor Jesús, es porque Tú mismo lo has hecho también: 
orabas sin cesar noche y día

Procuro contemplar esa continua plegaria. En las calles de los pueblos de Palestina.

Rodeado por el gentío de las orillas del lago. Por la mañana, al amanecer.

No nos pides nada imposible ¿Cómo trataré hoy de hacer algo mejor una plegaria continua? No, forzosamente, recitando fórmulas de plegarias... sino por una unión constante contigo.

-Pero, cuando vuelva el Hijo del hombre, ¿encontrará Fe en la tierra?

Interrogación dolorosa, que escucho seriamente.

La tentación de abandonar la Fe no es exclusiva de nuestra época: Los mismos «elegidos» están también amenazados.

No hay que mantenerse en ninguna seguridad engañosa.

Una oración repetida, constante, continua, obstinada, es nuestra única seguridad: Dios no puede abandonarnos, si nosotros no le abandonamos a Él.

¿Qué voy a hacer HOY para alimentar mi fe?

Noel Quesson
Palabra de Dios para cada día 2
Evang. de Pentecostés a Adviento
Edit. Claret/Barcelona 1983.Pág. 284 s.