lunes, 1 de agosto de 2011

Hombre de poca fe, ¿por qué dudas?

¡Amor y paz!

El apóstol Pedro representa a los cristianos en el episodio que nos narra el Evangelio de hoy. Sí, porque con los demás discípulos duda acerca de la presencia de Jesús, luego se atreve a probarlo pidiéndole que camine como Él sobre las aguas, pero le falta fe y cuando estaba hundiéndose clama la ayuda del Señor. “Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?" Le dijo Jesús.

Tal vez eso mismo nos diga el Señor a nosotros cada vez que tambalea nuestra fe. Porque cuán fácil es decir que uno cree cuando camina sin problema sobre las aguas de la vida cotidiana, pero qué difícil es demostrarlo cuando el viento sopla más fuerte y el miedo llega a ocupar el espacio donde antes estaba la fe.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Lunes de la 18ª. Semana del tiempo ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 14,22-36.
En seguida, obligó a los discípulos que subieran a la barca y pasaran antes que él a la otra orilla, mientras él despedía a la multitud.  Después, subió a la montaña para orar a solas. Y al atardecer, todavía estaba allí, solo. La barca ya estaba muy lejos de la costa, sacudida por las olas, porque tenían viento en contra. A la madrugada, Jesús fue hacia ellos, caminando sobre el mar. Los discípulos, al verlo caminar sobre el mar, se asustaron. "Es un fantasma", dijeron, y llenos de temor se pusieron a gritar. Pero Jesús les dijo: "Tranquilícense, soy yo; no teman". Entonces Pedro le respondió: "Señor, si eres tú, mándame ir a tu encuentro sobre el agua". "Ven", le dijo Jesús. Y Pedro, bajando de la barca, comenzó a caminar sobre el agua en dirección a él. Pero, al ver la violencia del viento, tuvo miedo, y como empezaba a hundirse, gritó: "Señor, sálvame". En seguida, Jesús le tendió la mano y lo sostuvo, mientras le decía: "Hombre de poca fe, ¿por qué dudaste?". En cuanto subieron a la barca, el viento se calmó. Los que estaban en ella se postraron ante él, diciendo: "Verdaderamente, tú eres el Hijo de Dios". Al llegar a la otra orilla, fueron a Genesaret. Cuando la gente del lugar lo reconoció, difundió la noticia por los alrededores, y le llevaban a todos los enfermos, rogándole que los dejara tocar tan sólo los flecos de su manto, y todos los que lo tocaron quedaron curados. 
Comentario

El hecho de que, de todos los pasajeros de la barca, Pedro se atreva a responder y pida al Señor que le mande ir hacia Él sobre las aguas, indica la disposición de su corazón en el momento de la Pasión. Entonces, él sólo, andando sobre las huellas del Señor, despreciando las agitaciones del mundo, comparables a las del mar, le ha acompañado con el mismo valor para despreciar la muerte. Pero su falta de seguridad revela su debilidad en la tentación que le esperaba; pues, aunque ha osado avanzar, se ha hundido. La debilidad de la carne y el temor de la muerte han obligado a llegar hasta la fatalidad del repudio. Sin embargo, grita y pide al Señor la salvación. Este grito es el gemido de su arrepentimiento...
        
Hay una cosa a considerar acerca de Pedro: él ha superado a todos los demás por la fe, pues mientras estaban en la ignorancia, fue el primero en responder: «Tú eres el Hijo de Dios vivo» (Mt 16,16). Fue el primero en rechazar la Pasión, pensando que era una desgracia (Mt 16,22), fue el primer en prometer que moriría y no renegaría nunca (Mt 26,35), fue el primero en negarse a que se le lavaran los pies (Jn 13,8) ; ha sacado también su espada contra quienes prendían del Señor (Jn 18,10). La calma que conocieron el viento y el mar cuando el Señor se subió a la barca representa la paz y la tranquilidad de la Iglesia eternal cuando regrese gloriosamente. Porque entonces vendrá y se manifestará, causando un gran asombro a todos: "realmente, Tú eres el Hijo de Dios". Todos los hombres harán entonces la confesión clara y pública de que el Hijo de Dios ha traído la paz a la Iglesia, no sólo en la humildad de la carne, sino en la gloria del cielo.

San Hilario (v. 315-367), obispo de Poitiers y doctor de la Iglesia
Comentario al evangelio de san Mateo, 14, 15; SC 258
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