lunes, 1 de noviembre de 2010

Todos hemos sido llamados y podemos ser santos

¡Amor y paz!

La celebración de hoy renueva nuestra esperanza, porque nos damos cuenta que todos estamos llamados a ser santos y que infinidad de hombres y mujeres, de carne y hueso como nosotros, lograron llegar a la meta. Porque santos no son sólo aquellos reconocidos, presentados por la Iglesia como ejemplo y llevados a los altares, no tanto para que los veneremos, como para que imitemos sus virtudes.

Al alcanzar la gloria de la resurrección, también nos encontraremos con multitud de seres anónimos, con los que quizás algún día nos cruzamos en el camino, desempeñaron toda suerte de actividades y, habiendo seguido fiel y esforzadamente a Jesucristo, llegaron a ser santos.

Ojalá podamos algún día decir como el apóstol Pablo, detenido en la cárcel y enfrentado a la muerte: “Estoy a punto de ser inmolado en sacrificio, y el momento de mi partida es inminente. He peleado el buen combate, he llegado a la meta en la carrera, he conservado la fe”. (2 Tim 4,6-7).

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes en que celebramos la Solemnidad de Todos los Santos.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 5,1-12.

Al ver a la multitud, Jesús subió a la montaña, se sentó, y sus discípulos se acercaron a él. Entonces tomó la palabra y comenzó a enseñarles, diciendo:
"Felices los que tienen alma de pobres, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices los pacientes, porque recibirán la tierra en herencia.
Felices los afligidos, porque serán consolados.
Felices los que tienen hambre y sed de justicia, porque serán saciados.
Felices los misericordiosos, porque obtendrán misericordia.
Felices los que tienen el corazón puro, porque verán a Dios.
Felices los que trabajan por la paz, porque serán llamados hijos de Dios.
Felices los que son perseguidos por practicar la justicia, porque a ellos les pertenece el Reino de los Cielos.
Felices ustedes, cuando sean insultados y perseguidos, y cuando se los calumnie en toda forma a causa de mí.
Alégrense y regocíjense entonces, porque ustedes tendrán una gran recompensa en el cielo; de la misma manera persiguieron a los profetas que los precedieron.

Comentario

La solemnidad de Todos los Santos comenzó a celebrarse en torno al año 800. Es celebración que resume y concentra en un día todo el santoral del año, pero que principalmente recuerda a los santos anónimos sin hornacina ni imagen reconocible en los retablos. Son innumerables los testigos fieles del Evangelio, los seguidores de las Bienaventuranzas. Hoy celebramos a los que han sabido hacerse pobres en el espíritu, a los sufridos, a los pacíficos, a los defensores de la justicia, a los perseguidos, a los misericordiosos, a los limpios de corazón.

¿Quiénes son los santos? Son esa multitud innumerable de hombres y mujeres, de toda raza, edad y condición, que se desvivieron por los demás, que vencieron el egoísmo, que perdonaron siempre. Santos son los que han hecho de su vida una epifanía de los valores trascendentes; por eso quienes buscan a Dios lo encuentran con facilidad humanizado en los santos.

Me parece que es Bernanos el que ha escrito lo siguiente: "He perdido la infancia y no la puedo reconquistar sino por medio de la santidad". ¿Qué es, pues, la santidad? La santidad es la totalidad del espíritu de las Bienaventuranzas, que se leen en el evangelio de la Misa. La totalidad es pobreza, mansedumbre, justicia, pureza, paz, misericordia. Es apertura y donación que tienen como símbolo la confianza de un niño.

Santidad es tener conciencia efectiva de ser hijo de Dios. Este sentido de filiación debe ser acrecentado a través de la purificación interior y así alcanzar la meta plena de nuestra conformación con Dios.

Santidad es pluralidad. Cada uno debe seguir a Cristo desde su propia circunstancia y talante; desde su nación, raza y lengua, en los días felices y cuando la tribulación arranca lágrimas del corazón; en la soledad del claustro o en el vértigo de la ciudad; en la buena y en la mala salud.

Alcanzar la santidad es descubrir el espíritu de alabanza y paz que debe animar toda la existencia. Buscar lo bueno siempre. Defender la teología de la bendición en medio de tantas maldiciones.

La santidad es una aventura, un riesgo que vale la pena correr. La transformación del mundo la han hecho fundamentalmente los santos con su testimonio de vida coherente que desbarata las rivalidades y crea la nueva fraternidad. "En el camino hacia Cristo todos somos condiscípulos, compañeros del viaje a la santidad" (Mons. Ott, Roma).

Andrés Pardo

www.mercaba.org