martes, 13 de julio de 2010

Jesús rechaza la dureza de corazón ante su llamado

¡Amor y paz!

Jesús recrimina al pueblo porque no ha aceptado su mensaje de conversión al Reino de Dios. Convertirse significa dejar de practicar la injusticia y comenzar una vida justa. La conversión debe cambiar la calidad de las relaciones humanas; pero nada ha cambiado en esas ciudades, dónde incluso Jesús ha realizado más milagros, porque no han aceptado su mensaje.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este Martes de la XV Semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Evangelio según San Mateo 11,20-24.

Entonces Jesús comenzó a recriminar a aquellas ciudades donde había realizado más milagros, porque no se habían convertido. "¡Ay de ti, Corozaín! ¡Ay de ti, Betsaida! Porque si los milagros realizados entre ustedes se hubieran hecho en Tiro y en Sidón, hace tiempo que se habrían convertido, poniéndose cilicio y cubriéndose con ceniza. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, Tiro y Sidón serán tratadas menos rigurosamente que ustedes. Y tú, Cafarnaún, ¿acaso crees que serás elevada hasta el cielo? No, serás precipitada hasta el infierno. Porque si los milagros realizados en ti se hubieran hecho en Sodoma, esa ciudad aún existiría. Yo les aseguro que, en el día del Juicio, la tierra de Sodoma será tratada menos rigurosamente que tú".

Comentario

Jesús no aguanta la dureza de corazón de sus conciudadanos. Día a día le están escuchando, ven sus milagros y se admiran de ellos. Comentan que Jesús bien podría ser el Mesías esperado. Tanto tiempo han hablado de él en la sinagoga... Pero en realidad sus vidas no cambian. Solamente han dejado por un momento sus ocupaciones para ver pasar a Jesús. Luego, mientras comentan el espectáculo, vuelven a lo de siempre: el campo, el taller, los problemas en la familia. Nada ha cambiado. Sólo un recuerdo más almacenado en la memoria. El mensaje de la Palabra ni siquiera ha llegado a rozar sus vidas. Eso provoca la ira de Jesús.

Es otra dimensión más de la personalidad de Jesús. De la piedad, tantas veces presente en el Evangelio, a la ira. Porque a veces los que le escuchamos estamos demasiado cerrados en nosotros mismos, lo sabemos todo, tenemos una explicación para cada cosa que sucede a nuestro alrededor. Por ello nos resulta difícil dejarnos sorprender de verdad por la salvación que Jesús nos ofrece. Y no dejamos que su Palabra llegue hasta nuestro corazón.

Servicio Bíblico Latinoamericano
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