lunes, 11 de enero de 2010

‘CONVIÉRTANSE Y CREAN EN EL EVANGELIO’

¡Amor y paz!

Estamos comenzando la primera semana del tiempo ordinario. La Liturgia de la Palabra, en la celebración de la Eucaristía, nos trae una ‘lectura continuada’ de dos textos: una carta del Nuevo Testamento y un evangelio sinóptico, el de Marcos.
Nosotros aquí sólo leemos y meditamos el Evangelio, pero nos ceñimos a los textos que a lo largo de tres años leen (escuchan) y meditan todos los cristianos católicos en todo el mundo.

La intención es que esa labor diaria, de la lectura y meditación de la Palabra de Dios, nos transforme en mejores cristianos, en mejores personas. La frase con la que titulo este texto es la misma que pronuncia quien el Miércoles de Ceniza nos impone la señal de la cruz en la frente. Es lo que nos pide hoy Jesús en el comienzo de su ministerio: “Conviértanse y crean en la Buena Nueva”.

Los invito, hermanos, a leer y meditar el Evangelio y el comentario, en este lunes de la 1ª. semana del Tiempo Ordinario.

Dios los bendiga…

Marcos 1, 14-20

Después de que Juan fue entregado, marchó Jesús a Galilea; y proclamaba la Buena Nueva de Dios: Decía: -El tiempo se ha cumplido y el Reino de Dios está cerca; convertíos y creed en la Buena Nueva. Bordeando el mar de Galilea, vio a Simón y Andrés, el hermano de Simón, largando las redes en el mar, pues eran pescadores. Jesús les dijo: -Venid conmigo, y os haré llegar a ser pescadores de hombres. Al instante, dejando las redes, le siguieron. Caminando un poco más adelante, vio a Santiago, el de Zebedeo, y a su hermano Juan; estaban también en la barca arreglando las redes; y al instante los llamó. Y ellos, dejando a su padre Zebedeo en la barca con los jornaleros, se fueron tras él.

Comentario

a) Estamos de inicio de libros. Durante las primeras nueve semanas del Tiempo Ordinario proclamamos el evangelio de Marcos, que se lee en primer lugar entre los tres sinópticos, haciendo caso a los estudiosos actuales que sitúan a Marcos como el evangelio más antiguo, del que dependen en buena parte los otros dos, Mateo y Lucas. Se podría decir, por tanto, que Marcos es el inventor de ese género literario tan provechoso que se llama «evangelio»: no es tanto historia, ni novela, sino «buena noticia». Pudo ser escrito en los años 60, o, si hacemos caso de los papiros descubiertos en el Qumran, incluso antes.

Con un estilo sencillo, concreto y popular, Marcos va a ir haciendo pasar ante nuestros ojos los hechos y palabras de Jesús: con más relieve los hechos que las palabras. Marcos no nos aporta, por ejemplo, tantos discursos de Jesús como Mateo o tantas parábolas como Lucas. Le interesa más la persona que la doctrina. En sus páginas está presente Jesús, con su historia palpitante, sus reacciones, sus miradas, sus sentimientos de afecto o de ira. Lo que quiere Marcos, y lo dice desde el principio, es presentarnos «el evangelio de Jesús, el Mesías, el Hijo de Dios» (Mc 1,1). Hacia el final del libro pondrá en labios del centurión las mismas palabras: «Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios» (Mc 15,39).

Además de leer cada año el evangelio de Marcos en los días feriales de estas nueve semanas, también lo proclamamos en los domingos de cada tres años: 2009…2012…
La página que escuchamos (leemos) hoy nos narra el comienzo del ministerio de Jesús en Galilea, que ocupará varios capítulos. En los versículos anteriores (Mc 1,1-13) nos hablaba de Juan el Precursor y del bautismo de Jesús en el Jordán. Son pasajes que leímos en el tiempo de Adviento y Navidad.

El mensaje que Marcos pone en labios de Jesús es sencillo pero lleno de consecuencias: ha llegado la hora (en griego, «kairós»), las promesas del AT se empiezan a cumplir, está cerca el Reino de Dios, convertíos y creed la Buena Noticia: la Buena Noticia que tiene que cambiar nuestra actitud ante la vida.
En seguida empieza ya a llamar a discípulos: hoy a cuatro, dos parejas de hermanos. El relato es bien escueto. Sólo aporta dos detalles: que es Jesús el que llama y que los llamados le siguen inmediatamente, formando ya un grupo en torno suyo.

b) Somos invitados a escuchar a Jesús, nuestro auténtico Maestro, a lo largo de todo el año, y a seguirle en su camino. Nuestro primer «evangelio de cabecera» en los días entre semana será Marcos. Es la escuela de Jesús, el Evangelizador verdadero.
Somos invitados a «convertirnos», o sea, a ir aceptando en nuestras vidas la mentalidad de Jesús. Si creyéramos de veras, como aquellos cuatro discípulos, la Buena Noticia que Jesús nos anuncia también a nosotros, ¿no tendría que cambiar más nuestro estilo de vida? ¿no se nos tendría que notar que hemos encontrado al Maestro auténtico?

«Convertíos y creed en la Buena Noticia». Convertirse significa cambiar, abandonar un camino y seguir el que debe ser, el de Jesús. El Miércoles de Ceniza escuchamos, mientras se nos impone la ceniza, la doble consigna de la conversión (porque somos polvo) y de la fe (creer en el evangelio de Jesús). El mensaje de Jesús es radical: no nos puede dejar indiferentes.

«Lo dejaron todo y le siguieron». Buena disposición la de aquellos pescadores. A veces los lazos de parentesco (son hermanos) o sociales (los cuatro son pescadores) tienen también su influencia en la vocación y en el seguimiento. Luego irán madurando, pero ya desde ahora manifiestan una fe y una entrega muy meritorias.
«Lo dejaron todo y le siguieron». No es un maestro que enseña sentado en su cátedra. Es un maestro que camina por delante. Sus discípulos no son tanto los que aprenden cosas de él, sino los que le siguen, los que caminan con él. Es más importante la persona que la doctrina. Marcos no nos revela tanto qué es lo que enseñaba Jesús -aunque también lo dirá- sino quién es Jesús y qué significa seguirle.

J. ALDAZABAL
ENSÉÑAME TUS CAMINOS 4.
Tiempo Ordinario. Semanas 1-9
Barcelona 1997.Pág. 14-19
www.mercaba.org